Evolución del narcotráfico
en México, primera parte
Iván Paoli Bolio
Panorámica general
El trabajo se encuentra dividido en apartados en
los que se pretende cubrir diferentes facetas de
la existencia del narcotráfico, sus antecedentes
y la cultura del poco respeto por el cumplimiento
de la ley en el país que le ha permitido desarrollarse,
y el combate al mismo, haciendo énfasis
en el enfrentamiento iniciado por el presidente
Felipe Calderón en 2007, que está siendo una
experiencia histórica inédita en México porque
hasta antes de enero de ese año, se convivía
con el tráfico de drogas suponiendo, probablemente,
que esta actividad resultaba un mal menor,
que en todo caso México era un país de
paso de las drogas y también que sólo dañaba
a una pequeña parte de la población.
Durante el sexenio de Vicente Fox la lucha
contra el narcotráfico se intensifico en el sentido
de la incautación y destrucción de grandes volúmenes
de drogas, particularmente de la marihuana,
la amapola y la cocaína proveniente de
Sudamérica, y la aprehensión de un número importante
de capos. No obstante, se mantuvo la
infraestructura organizativa de los narcotraficantes,
particularmente la que operaba desde los
cuerpos policíacos desde diferentes niveles jerárquicos,
lo que se ha venido a comprobar con
las aprehensiones a finales de 2008 de mandos
policíacos federales, de la Interpol y de policías
estatales y municipales.
Y si bien es cierto que no puede asegurarse
que los cuerpos policíacos, especialmente los
de estados municipios, han sido totalmente depurados
de malos elementos, sí lo es que se ha
avanzado de manera importante en esta limpieza,
que es una de las claves que históricamente
han permitido el desarrollo de esta forma de
operación de la delincuencia organizada.
Los narcotraficantes se habían apoderado de
regiones importantes para sembrar y cosechar
estupefacientes, especialmente la marihuana y
la amapola, áreas rurales en las que, o se apoderaban
de su conducción gubernamental, ya
fuera por la vía electoral pagando las campañas
de los candidatos locales, o por la fuerza, mediante
la estrategia de ofrecer a las autoridades
la disyuntiva de que si aceptaban sus condiciones
tendrían “plata” y si no tendrían “plomo”.
Lo anterior además de extender exitosamente
su influencia mercantil perniciosa a las áreas
metropolitanas para ampliar sus mercados en el
ámbito nacional. Sólo en el Distrito Federal (DF),
entre 2003 y 2004 los expendios de venta al
menudeo de estupefacientes se multiplicaron
en más de 700 por ciento. En ese momento
tanto la Procuraduría General de la República
(PGR), como la Procuraduría General de Justicia
del DF (PGJDF) y la Secretaría de Seguridad Pública
(SSP) Federal y del DF (SSP DF), estimaban
que había entre 10 mil y 11 mil de esos expendios
en el Área Metropolitana de la Ciudad
de México (AMCM), lo que representa millones
de pesos al día si se considera que si sólo el dos
por ciento de una población de más 20 millones
de habitantes del área metropolitana consumiera
drogas, eso representaría un mínimo de 400
mil clientes adictos u ocasionales a cualesquiera
de los estupefacientes que se ofrecen en esos
mercados, y si cada uno de ellos pagara un promedio
conservador de 400 pesos al mes (dados
los precios de las diferentes drogas), ello arrojaría
una suma nada despreciable de 160 millones,
que al año sumarían alrededor de 2 mil millones
de pesos solamente en el AMCM.
Se estima que un pequeño paquete (grapa)
de cocaína, dependiendo de su pureza, puede
variar entre los 40 y los 120 o más pesos. Al
consumo de esta droga habría que agregar la
más común que es la marihuana y las drogas de
diseño que, con algunas variaciones desde el
siglo pasado han venido ganándole terreno a
los estupefacientes tradicionales (marihuana,
cocaína y las derivadas de la amapola: la morfina
y la heroína).
La cocaína y los estupefacientes sintéticos
dependen de los envíos que se hacen desde
Sudamérica, particularmente de Colombia y Bolivia
y, en el caso de las drogas sintéticas, de los
envíos de materias primas tales como la pseudoefedrina
de otros países, particularmente de
Asia, que se procesa con facilidad en laboratorios
clandestinos en nuestro país que, por su
bajo costo, se destinan tanto al mercado interno
principalmente de la zonas metropolitanas, como
fundamentalmente al de los Estados Unidos y
más recientemente a Europa por la asociación
entre las bandas mexicanas y grupos mafiosos
del viejo continente.
En razón de lo anterior, en este trabajo, en
primer lugar, se exponen los antecedentes del
poco respeto al estado de derecho en nuestro
país, inculcado a grandes sectores de la población
por las prácticas del contrabando, la evasión
de impuestos y las incongruencias tanto
económicas como jurídicas a lo largo de trescientos
años de vida colonial y dos desde el
inicio de la guerra de independencia hasta
nuestros días.
El cambio de estas inercias, contrarias al estado
de derecho, supone que el combate al crimen
en general y al organizado en particular, debe
empezar desde la formación escolar y culminar
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con el combate que destruya o al menos haga
mínima la esperanza de impunidad para los delincuentes
que durante mucho tiempo ha resultado
ser el máximo estímulo para las prácticas
del crimen organizado y no organizado en todas
sus modalidades.
Es importante señalar que aunque se combata
al crimen organizado, si el estímulo para la
actividad delictiva, sus beneficios económicos y
de impunidad, es mayor que su castigo, esta situación
hará que éste tienda a crecer, pero si la
mayoría de los delincuentes fuera apresada y
castigada en proporción a sus delitos, y sin
complicidades de los cuerpos de seguridad pública,
la actividad del crimen organizado tendería
a ser cada vez menor y ello contribuiría a mejorar
la seguridad pública ya desde la prevención
en la escuela en contra del consumo de drogas
y aún a aumentar la confianza en el país de inversionistas
nacionales y extranjeros al considerar
que correrían un menor riesgo, ellos, sus familias
y sus inversiones.
En este punto es importante señalar que,
cuando se cierra o se obstaculiza más allá de
ciertos límites alguna forma de operación del
crimen organizado, esta puede derivar en otras
tales como el secuestro en una o más de sus
modalidades, el robo de vehículos, la extorsión,
el chantaje y el robo a las instituciones financieras,
por lo que resulta necesario armonizar, en
una estrategia integral, todas las formas de represión
de estas prácticas delictivas, además
de tomar medidas preventivas, especialmente
desde la currícula de los estudiantes desde la
escuela primaria hasta los diversos niveles de
educación superior.
La evolución histórica del narcotráfico, a
partir del hecho de su aparición como actividad
ilícita en 1920, en que se prohíbe (el tráfico de
drogas, antes era considerado una actividad legal
en México y en muchas partes del mundo),
es el hilo conductor de este trabajo que, como
historia, tiene lagunas debidas a la dificultad de
obtener información oficial y extraoficial, la primera
por la corrupción y el contubernio de autoridades
de alto nivel, en un tiempo en el que
había temas vedados a la opinión pública, y
que ahora, con la detención de funcionarios infiltrados
por el crimen organizado en la Subprocuraduría
para la Investigación del Crimen Organizado
(Siedo), de la PGR , de SSP y aún de
empezado a reconocerse, que si bien el problema
se extiende a niveles inferiores de los cuerpos
policíacos este se llegó a extender hasta
mandos medios y superiores.
La censura oficial, que antes impedía el reconocimiento
de esa realidad, ejercida directamente
por la Secretaría de Gobernación (Segob), fue
una actividad permanente en México hasta finales
de los años noventa. En realidad, la libertad
de expresión por parte del gobierno, empieza a
vivirse en nuestro país hasta finales del siglo pasado,
con el breve paréntesis de principios de
ese siglo, del gobierno de Don Francisco I. Madero,
en que esa libertad fue aprovechada por
muchos periodistas, que antes habían sido beneficiados
por la dictadura, para golpear al gobierno
que la respetaba.
Por lo que se refiere a la información extraoficial
que podía provenir de las mafias del narcotráfico
o de sus allegados, era excepcional,
salvo algunos casos muy notables debidos a
periodistas que se han jugado la vida y, en muchas
ocasiones la han perdido heroicamente
por investigar lo que ocurre en el mundo del
narcotráfico, tal es el caso de Manuel Buendía y
J. Jesús Blancornelas creador de la revista
Zeta, que también padecieron la censura de
aquellos años y como muchos otros pagaron
con su vida el haber llevado una existencia profesional
tan digna como su sacrificio.
Al respecto la citada revista consigna en su
versión electrónica: “Nunca se cansó. No lo asesinaron
las balas del narcotráfico, Jesús Blancornelas,
custodiado por el Ejército Militar y
aguerrido periodista, no murió de cáncer aunque
sí lo padeció. Su legado queda impreso.”
Sin embargo, la libertad de expresión y la relativa
transparencia con que hoy se cuenta en el
país ha permitido saber, día a día, cómo avanza
el combate al narcotráfico, las consecuencias
tanto de muertes como de las aprehensiones
de la guerra declarada contra él, los decomisos
de drogas, de dinero, de armas y otros elementos
necesarios para el desarrollo de las actividades
de los narcotraficantes, que ni en el sexenio
de Vicente Fox habían sido más cuantiosos.
La transparencia, que durante la mayor parte
de los gobiernos priistas era muy limitada, comparada
con la que se tiene hoy luego de que
entró en vigor la Ley Federal de Transparencia y
Acceso a la Información Publica Gubernamental
del 12 de junio de 2003, reformada el 6 de junio
del 2006, que si bien es todavía imperfecta, la
transparencia es un hecho, cada vez más patente
en la vida política, en la económica y en la
opinión pública, a pesar de muchas denuncias
probadamente infundadas de la oposición al régimen
actual y al anterior, tanto que se han creado
comisiones legislativas para investigar supuestos
tráficos de influencias, cuyos resultados
han sido objetivamente nulos; y que de no haber
servido como pretextos para llevar a cabo
campañas de propaganda negativa, no hubieran
servido para nada.
Además, hoy el Legislativo es un poder independiente,
que cuenta con los recursos necesarios,
jurídicos, económicos, técnicos y de
base social para investigar lo que se requiera y,
en su caso, someter a juicio los presuntos infractores
de la ley.
El siguiente apartado da una breve descripción
de los principales carteles del tráfico de
drogas con información que ha hecho pública la
PGR. La información de la PGR hace una estimación
de las zonas en que han operado o siguen
operando estas bandas, así como de sus
áreas territoriales de influencia y las confrontaciones
entre las mafias para ampliar sus territorios
y sus rutas de acceso a los mercados, lo
que ha originado que más del 80 por ciento de
las ejecuciones ocurridas correspondan a elementos
que operaban a favor del narcotráfico y
contra las bandas opositoras. Este dato por sí
solo es un indicador de quién está perdiendo la
guerra, pero no de que esté ganada todavía por
ninguno de los bandos.
El dato anterior representa el argumento más
sólido en relación con quien está ganando o
perdiendo la guerra contra el narcotráfico en
México y es que nadie que absorba un porcentaje
de tal magnitud de las bajas en una guerra
puede considerarse que la está ganando; a ello
habría que agregar, no sólo la captura de importantes
capos de la droga, sino decenas de miles
de personas encarceladas pertenecientes a
ese bando.
El apartado correspondiente a los “rendimientos
de la droga” ofrece un panorama de las estimaciones
que ha realizado el investigador Carlos
Reza Nestares de la Universidad Autónoma de
Madrid, desde el punto de vista de la organización
administrativa del narcotráfico y de la evolución
de sus utilidades en relación con las diferentes
drogas y su preferencia cambiante en el
mercado norteamericano que, dicho sea de
paso, arrojan rendimientos que, groso modo,
concuerdan con estimaciones de la Agencia
para el Combate al Narcotráfico de los Estados
Unidos (Drug Enforcement Administration, DEA)
hacia finales de los años ochenta y principios de
los noventa.
El apartado de “la contracción y sus consecuencias”
permite apreciar cómo ha crecido la
demanda interna de drogas en México, en relación
con la significativamente menor demanda
del producto que proviene del territorio mexicano
o pasa por él con rumbo a Estados Unidos,
donde se ha desarrollado una producción importante
de marihuana y otros estupefacientes.
Con ello los narcotraficantes latinoamericanos
no sólo enfrentan crecientes barreras para pasar
sus productos a Norteamérica, sino una mayor
competencia en ese mercado, con los inconvenientes
de haber dejado de ser una especie de
oligopolio del narcotráfico en ese país que ahora
produce una parte importante de su consumo.
La protección de las bandas trata de cómo
buena parte de las policías estatales, municipales
y federales se convirtieron y, en alguna medida
han seguido siendo, protectores regionales
de las bandas del narcotráfico. No es difícil percatarse
de esta realidad cuando en casos como
el de los linchamientos del pueblo de Ixtayopan
en Tláhuac el 23 de noviembre de 2004, se observan
algunas fotografías y testimonios de que
policías locales destinados a esa área, se quedaron
mirando las acciones en contra de los tres
elementos de la Policía Federal Preventiva sin
hacer el menor intento por protegerlos, que fueron
linchados por la población y sólo uno de los
tres sólo pudo conservar la vida. Al respecto
puede considerarse probable que los policías
locales asignados a esa zona no actuaron por
miedo o quizás por estar recibiendo dinero de
los narcomenudistas.
En este apartado se señala también la influencia
que han tenido en la protección del narcotráfico
organizaciones que operan a nivel nacional e
internacional y que se aprovecharon de las mafias
nacionales, en un intento por conseguir recursos
para deshacerse de opositores políticos
tales como el Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN) en Nicaragua en los años ochenta.
Conviene recordar que el linchamiento de Ixtayopan,
en la delegación de Tláhuac, fue promovido
por narcotraficantes al menudeo en esa
Delegación, con el pretexto de que los policías
federales tenían la intención de secuestrar a niños
de las escuelas de la zona. En relación con
ese caso, es importante dejar en claro que los
habitantes del pueblo de Ixtayopan que participaron
fueron engañados por los narcotraficantes
de la zona y que, en consecuencia, no puede
culpárseles de lo ocurrido. El verdadero culpable,
en este caso como en otros, tales como las
manifestaciones para que el ejército se retire de
zonas clave para la introducción de drogas a los
Estado Unidos, es el narcotráfico.
Se presenta también la evolución reciente del
consumo en nuestro país y el caso de las drogas
sintéticas o “de diseño” que, por sus posibilidades
sencillas de fabricación, por la facilidad de
conseguir sus materias primas, por su maniobrabilidad
y bajo precio, se están convirtiendo en el
producto preferido por los narcotraficantes en
México y en el mundo, como puede verse tanto
por el incremento de su presencia en el mercado
mundial de estupefacientes, como por la simplicidad
de los laboratorios en los que se pueden
producir. Además una buena parte de las materias
primas que se utilizan en las drogas de diseño
son de uso común en la industria farmacéutica,
tales como los medicamentos que suelen
utilizarse para combatir los síntomas de la gripe.
Finalmente se pone sobre la mesa la discusión
sobre la posibilidad de legalizar las drogas,
tomando como antecedente el conflicto que se
desató en la Unión Americana a raíz de la Ley
Seca y su posterior derogación, los inconvenientes
de que México tomara unilateralmente esa
medida si no se acompaña de compromisos internacionales
semejantes en los Estados Unidos
y Europa. A modo de conclusión, se señalan las
informaciones mal intencionadas o incompletas
que han dado lugar a afirmaciones tales como la
de que México es un estado fallido, que está perdiendo
la guerra contra el narcotráfico o las secuelas
delictivas que podrían seguirse en caso
de que las condiciones internacionales y nacionales
hicieran posible la legalización.
Antecedentes históricos: época colonial
y el inicio de la vida independiente
El fenómeno del narcotráfico y la subcultura que
ha generado tiene antecedentes que se remontan
a tiempos anteriores a la guerra civil de 1910,
pero es hasta 1920 que puede denominarse
propiamente como narcotráfico, con las connotaciones
actuales de violencia y crimen organizado,
que es la perspectiva desde la que se observa
el fenómeno a lo largo del presente trabajo,
y cuya intención es la de proporcionar elementos
que permitan tener una mejor comprensión
de esta preocupante realidad en nuestro
país, sin desviaciones de tipo ideológico, que ha
sobrepasado con mucho la inseguridad pública
que en algunos momentos de nuestra historia
reciente han representado los movimientos
guerrilleros, aunque en últimas fechas han ocurrido
sucesos que permiten plantear, más que
hipótesis, hechos en los que están relacionados
unos y otros, a partir de los nexos existentes
entre el narcotráfico y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), que de
acuerdo con diversos indicios parecen están
vinculadas con la guerrilla del Ejército Popular
Revolucionario (EPR) que opera en nuestro
país y con otros grupos.
La subcultura del narcotráfico se asienta en
algunos de los aspectos culturales anteriores y
por lo mismo más profundos del país, que vienen
desde la época colonial y cuyas raíces se
empezaron a desarrollar en los 300 años de historia
colonial, un siglo más de lo que llevamos
de vida independiente. En ese tiempo era común
que medidas legales que se promulgaban
en todo el Imperio Español, eran realmente diseñadas
para España y, en la Nueva España , venían
acompañadas de la leyenda: “Obedézcase
pero no se cumpla” porque, o no eran aplicables
a la realidad social de la Nueva España , o
su aplicación podría haber sido inconveniente,
con lo que el cumplimiento de la ley caía en un
relativismo que provocaba en el habitante común
de la colonia un efecto de ambigüedad respecto
del cumplimiento y el respeto a la ley.
Ese efecto tenía, ya desde entonces, resultados
tales como el contrabando y de la fabricación
de productos reservados para los fabricantes
del viejo continente, para desalentar el
crecimiento industrial y comercial de las colonias,
y que eran prácticas comunes en la Nueva
España:
“El nacionalismo español no permitía que comerciara
con América ningún extranjero, considerando
en ocasiones como tales aún a los mismos
habitantes de algunas regiones de España.
Al principio sólo podían ejercer este comercio los
súbditos de Castilla y León”. (1)
Posteriormente se pusieron límites al comercio
con otros países latinoamericanos y aún con
Las Filipinas, lo que nuevamente favoreció la cultura
de no respeto a la ley al obligar a la práctica
del contrabando, ante las barreras legales impuestas
por y las necesidades de importación y
exportación de mercancías que reclamaba el
desarrollo de las colonias:
“Por cedula real del 8 de abril de 1734 se
concedió al gobierno de Manila (Filipinas) traer a
Acapulco 500,000 pesos de mercancías anualmente
y retornar 1,000,000 de pesos fuertes.
Humboldt opina que generalmente el volumen
de este comercio era mucho mayor de lo que las
leyes señalaban, llegando a tener un valor de
dos millones de pesos. El mismo autor afirma
que ‘las comunidades eclesiásticas son después
de los comerciantes de Manila, quienes
toman la mayor parte de aquel comercio”. (2)
“Los contrabandos … se llevaron a cabo con
suma frecuencia durante toda la época colonial
sobre todo cuando España se hallaba empeñada
en una guerra. El Barón de Humboldt dice
que ‘en tiempo de guerra se ha visto muchas
veces que las fragatas que bloquean la rada
desembarcan el contrabando en la Isla de los
Sacrificios’ (frente al puerto de Veracruz)”. (3)
El Dr.Walther Breneker, director del Programa
de Estudios de España y América Latina de la
Universidad de Erlangen de Nürembreg, Alemania,
experto en la historia económica de México
en el siglo XIX, explica que la enorme extensión
del contrabando en el México de ese siglo se
debía a varias causas que remiten a la corrupción
como fenómeno histórico. Por un lado los
aduaneros corruptos que hacían posible el contrabando,
en muchos casos tenían que recurrir a
un ingreso extralegal si querían sobrevivir, y
como la corrupción se entronizaba en la mentalidad
de la época, los funcionarios se dejaban
sobornar sin mayores cargos de conciencia.
Muchos funcionarios públicos administraban
su cargo según los principios del mercado y lo
usaban como fuente de ingresos, lo que puede
considerarse un legado de la administración española
en las colonias. El cargo público era tomado
como una posesión de la que había que
sacar el mayor provecho posible. Además, como
el sector económico se desarrollaba muy débilmente,
muchas personas recurrían a la vía burocrática
en busca de riqueza y prestigio. No regía
la norma “riqueza es poder”, sino la de “poder
es riqueza”.
Sin embargo, a la situación mexicana del siglo
XIX no se puede aplicar la categoría moderna de
corrupción como abuso de un cargo público, ya
que no existía la separación de lo público y lo privado.
Regía más bien una mentalidad del antiguo
régimen que consistía en que tener un cargo público
no exigía lealtad incondicional al Estado. Las
lealtades personales o de grupo, como todavía
se observa en nuestro país, eran las más importantes.
Esta inercia ha continuado hasta nuestros
días y, aún después de iniciada la alternancia democrática
en el año 2000, ha contagiado de diversas
maneras a varios partidos políticos.
Esta interpretación de la corrupción permite
ver al contrabando como un buen indicador que
permite investigar aspectos relevantes del Estado
y la sociedad. Uno de los problemas que
tuvo que enfrentar el Porfiriato fue precisamente
el del contrabando que se fue gestando durante
el siglo XIX sobre todo en las aduanas de los
principales puertos y en la frontera con los Estado
Unidos. (4)
El siglo XX
En México, entre 1888 y 1911 las cantidades de
opio importado oscilaron entre casi 800 kilos y
cerca de 12 toneladas. El consumo de opio en
forma de láudano –mezcla de opio de alta calidad,
alcohol de 30º, azafrán y esencias de canela
y clavo– y otros compuestos opiacios, era legítimo
y usual. En Sinaloa, datos estadísticos de
1886 consignan ya desde entonces la existencia
de la adormidera blanca (amapola blanca), rica
en morfina, entre la flora de la región.
Sin embargo, el opio se importaba de Estados
Unidos, Europa y Asia (5) . En 1920 las autoridades
mexicanas se sumaron a la tendencia
internacional de criminalizar el consumo de dichas
drogas, e influidas por reuniones internacionales
promovidas por Estados Unidos empezaron
a controlar la producción de opio y sus
derivados y se establecieron “Disposiciones sobre
el cultivo y comercio de productos que degeneran
la raza” (6), que prohibían el cultivo y la
comercialización de la marihuana, salvo para su
utilización con carácter médico. Sin embargo,
todavía se permitía el de la adormidera y la extracción
de sus productos cuando se tuviera el
permiso correspondiente. Un lustro después la
prohibición se extendió a ambas plantas; en
consecuencia, los productores, vendedores y
consumidores se convirtieron en traficantes, viciosos
y criminales.
En la década de los años cuarenta del siglo
pasado, la ignorancia y la extrema pobreza indujeron
a campesinos de la zona serrana en la que
confluyen Sinaloa, Durango y Chihuahua, que
formaban el denominado Triángulo Dorado de la
Droga, al cultivo de la marihuana y amapola.
Esta actividad se fue convirtiendo en una enorme
mina de oro para las bandas de narcotraficantes,
pero también trajo consecuencias funestas
para la población por la violencia que
desató y permitió crear bases de apoyo en una
ciudadanía que no los denunciaba por temor a
sufrir igual suerte que los integrantes de organizaciones
rivales.
Por sus condiciones geográficas y climáticas,
el municipio de Badiraguato ofreció refugio
a los cultivadores de plantas tóxicas, a fin de
extraer de sus bulbos los narcóticos para el suministro
médico de las tropas estadounidenses
en la Segunda Guerra Mundial. La demanda en
el norte hace altamente redituable la producción
en el sur y la operación de los conductos
transfronterizos para la introducción de la droga
a Estados Unidos.
Las reseñas orales sobre la historia negra de
las drogas en Sinaloa hablan de los sucesos de
esa época que han sido recogidos por historiadores
y escritores locales. Los textos precisan
que el cultivo de la amapola no la implantó ningún
lugareño del denominado.
Triángulo Dorado de la Droga , sino los chinos
que llegaron al país como mano de obra barata
para el tendido de vías para el ferrocarril.
Entre 1880 y 1920 los asiáticos se asentaron
en Badiraguato y transmitieron las técnicas de
siembra de la adormidera y su procesamiento
en heroína. La amapola, que como flor de ornato
en patios y jardines era un gran atractivo, se
volvió codiciada con la crisis de la actividad minera
y la desaparición de cortijos que daban
ocupación a pobladores de Alisos, San Javier,
Santiago de los Caballeros, Otatillos, Tameapa y
Tepeacan, en el municipio de Badiraguato. Así,
en 1939 prolifera la siembra de la amapola y se
configuran grupos recolectores de los jugos que
se extraen de sus bulbos para convertirlos en
morfina y heroína.
De acuerdo con Alberto Cedillo, autor del
libro Los nazis en México (7) con documentación
de archivos secretos recientemente puestos
a la luz de México y Estados Unidos, los
nazis o simpatizantes de ese movimiento de
diversos países (Alemania, México y norteamericanos
tales como el actor Errol Flynn)
buscaron inundar de marihuana a Estados
Unidos para financiar, con las ganancias del
comercio de la droga los planes bélicos de los
germanos, y sostener el espionaje político de
los nazis en los más altos círculos de la política
nacional. “La organización era dirigida por el
general Francisco Javier Aguilar González, importante
diplomático, y sus principales cómplices
eran los gobernadores y exgobernadores
de varios estados: Gonzalo N. Santos, de San
Luis Potosí; Donato Bravo Izquierdo, de Puebla;
Miguel Alemán Valdés, de Veracruz, y
Maximino Ávila Camacho, ex mandatario de
Puebla”.
Y añade, ”La organización impulsada por los
nazis no sólo utilizó las rutas inauguradas por
los chinos, sino que abrió nueva vías para llevar
los estupefacientes enviados desde Alemania y
Japón a ciudades como El Paso, Douglas, Laredo
y San Diego. La logística y las operaciones
de campo del cártel eran supervisadas por
un teniente coronel desde la mismísima Oficina
de la Presidencia. Para lo referente al lavado de
dinero, el cártel incluyó a un banquero de origen
sirio”.
Para el escritor sinaloense Leónidas Alfaro
Bedoya, la goma de opio –producida inicialmente
con fines médicos– se transformó en un
negocio. En la posguerra aumenta la siembra y
el tráfico de la goma, se organiza en forma
clandestina en la ciudad capital, en un barrio
clave, con características semirurales: Tierra
Blanca, en virtud de que al término del conflicto
bélico la demanda de narcóticos crece con el
retorno de soldados adictos de Estados Unidos.
Después de los sesenta, el negocio se
concentra en pequeñas familias del barrio de
Tierra Blanca.
Figuras emblemáticas de esos años, como
Eduardo Fernández “don Lalo” y Jorge Favela se
convirtieron en las cabezas visibles del tráfico,
con recolectores de la goma en la sierra, y los
apellidos Fonseca, Caro, Payán y Quintero comenzaron
a conocerse como vinculados al tráfico
de estupefacientes.
La primera represión oficial al narcotráfico se
da veinte años antes. En 1941, por primera vez,
autoridades de Sinaloa comisionan al jefe de la
Policía Judicial del estado, Alfonso Leyzaola, a
emprender acciones en contra de los cultivadores
de marihuana y adormidera. El 1 de abril de
ese año el jefe policíaco, en la administración del
gobernador Rodolfo Tostado Loaiza, al mando
de un fuerte grupo ubicó y destruyó un predio
sembrado de amapola y decomisó varias latas
de goma en una zona cercana al poblado los
Alisos, en Badiraguato.
Horas después, en una cañada cercana al
poblado de Santiago de los Caballeros, 12
hombres ocultos en las partes altas emboscaron
al jefe policíaco Alfonso Leyzaola y a su
gente. Una lluvia de balas hizo huir a los uniformados.
Sólo Francisco Urías, ayudante del jefe
de la Policía Judicial , se quedó para auxiliarlo y
trasladarlo herido a una choza cercana, de
donde poco después los narcotraficantes lo
sacaron para someterlo a tortura y luego colgarlo
de un árbol como advertencia al gobierno
y a la población.
Más tarde Sinaloa se convirtió en la estación
de paso de los cargamentos de cocaína que llegaban
desde el sur, rumbo a la frontera. A principios
de noviembre de 1947 se anuncia un viaje
de trabajo de altas autoridades judiciales, militares
y de salud, con el fin de poner en marcha
un plan presidencial para combatir a los traficantes
de drogas en el noroeste.
En la prensa del DF se publican rumores escuchados
en la PGR , según los cuales dos gobernadores
norteños estarían “mezclados en el
tráfico de enervantes”. El 14 de noviembre de
1947 el periodista de Excélsior, Armando Rivas
Torres, quien había acompañado a los funcionarios
en la gira, califica a la capital sinaloense
de “base de operaciones de los contrabandistas
de opio”, y anota que el gobernador Pablo
Macías Valenzuela “es señalado por mucha
gente como uno de los cabecillas de la banda
de traficantes en drogas, cosa que está por
probarse”. (8)
Con base en informes de Harry J. Anslinger,
comisionado norteamericano, puede afirmarse
que el mafioso Siegel regó dinero a montones y
obtuvo el `visto bueno’ que buscaba. A continuación
se le vio por Nayarit, Sinaloa, Sonora y
Baja California: “estaba en pleno proceso de organización”.
A raíz de esto, México se habría
convertido en el principal proveedor de drogas
para Estados Unidos. (9)
Una vez aprobado el proyecto, Siegel hizo su
aparición en el D.F. acompañado de Virginia Hill.
Organizaron “las fiestas más fastuosas de que
se tiene memoria con el fin de ‘convencer’ a los
políticos de entonces que asistían a ellas”. Nuevos
personajes, otra camada de jóvenes, entre
los que destaca Rafael Caro Quintero, Juan José
Esparragoza Moreno, alias “el Azul” y Rubén
Cabada, entre otros, incursionan en el negocio.
Con el crecimiento de la demanda de enervantes
y la formación de una nueva generación
de gomeros forjados en sus comunidades rurales,
emergen figuras como Pedro Avilés, “el
león de la sierra”, y Ernesto Fonseca Carrillo,
“don Neto”.
El cruce de los embarques de cocaína, procedentes
del sureste del país, negocio del que al
parecer se aprovechó el gobierno estadunidense
de 1930 a 1962. Se ha llegado a decir también
que cuando Estados Unidos entró a la Segunda
guerra mundial, los mafiosos estadounidenses
ligados al grupo de Luciano, especialmente
a Benjamín “Bugsy” Siegel, propusieron
impulsar el cultivo de adormidera en México
para suplir la escasez de heroína y morfina en el
país vecino.
A mediados de enero de 1977 el gobierno federal
lanza en el noroeste la Operación Cóndor :
“la más gigantesca batida contra el tráfico de
drogas que se haya realizado en México hasta
ese momento, con la participación de 10,000
soldados”. Al mando de ella se encontraban el
general José Hernández Toledo, por parte del
ejército, y Carlos Aguilar Garza de la PGR. Con
estos militares, el veterano de la masacre de estudiantes
en Tlatelolco en 1968 y de la toma de
universidades como la UNAM , la Nicolaíta en
Morelia y la de Sonora en Hermosillo, pronosticó
el “fin al narcotráfico” para el mes de mayo de
ese año y señaló que en la sierra había suficiente
armamento para “una revolución chiquita”. (10)
El operativo tuvo un éxito relativo y al poco
tiempo las bandas de narcotraficantes se habían
reorganizado. La cocaína, más rentable que el
tráfico de marihuana y adormidera, dio origen a
los cárteles y al surgimiento de otra nueva generación
de traficantes, cuyos nombres tomaron
fama en el país: los hermanos Arellano Félix,
Manuel Salcido Uzeta, Amado Carrillo Fuentes
y Joaquín Guzmán Loera, “el Chapo”. (11)
En virtud de la prohibición, tanto la marihuana
como la adormidera (amapola) y posteriormente
la cocaína no dejaron de consumirse,
pero sus precios subieron constantemente
y su cultivo resultó altamente redituable, y es
así como se inicia la conformación de bandas
de narcotraficantes que en diferentes lugares
fueron protegidas por autoridades políticas y
policíacas.
Cuando la guerra por el mercado entre los
narcotraficantes de Cali y Medellín debilitó a los
narcotraficantes colombianos, los intermediarios
mexicanos se quedaron con el control del
comercio y el principal beneficiario, luego de la
muerte de Pablo Escobar Gaviria en diciembre
de 1993, fue Amado Carrillo Fuentes, al que
llamaban ‘el señor de los cielos’ porque tenía
una flota de Boeing 727 con la que distribuía
diferentes narcóticos, especialmente la cocaína
colombiana.
Desde la desaparición de Pablo Escobar el
cártel de Juárez que controlaba Amado Carrillo
se convirtió en el principal proveedor de cocaína
a Estados Unidos (EEUU). Su control se extendía
también a miembros del ejército, de la
policía y la de clase política en el poder en aquellos
años. Según la Agencia para el Combate al
Narcotráfico de EEUU (DEA por sus siglas en
ingles, Drug Enforcement Administration), el
cártel de referencia ganaba alrededor de 200
millones de dólares por semana, de los que se
destinaba cerca de 20 millones para el soborno
de autoridades.
En esa época se consideraba que Carrillo pasaba
cuatro veces más cocaína a EEUU que ningún
otro narcotraficante. Uno de los lugartenientes
de Amado Carrillo fue el general Francisco
Jesús Martínez Molina, al que el gobierno mexicano
puso a encabezar la lucha contra el narcotráfico
en el país por las detenciones que había
realizado de narcomenudistas, pero unos meses
más tarde se descubrió su vinculación con quienes
se suponía estaba persiguiendo; fue detenido
y Carrillo huyó hacia Chile; en 1996 viajó a
Cuba y luego a México, donde un grupo de cirujanos
plásticos lo operó a principios de julio de
1997 en un hotel del Distrito Federal que había
sido equipado para el efecto, y el 4 de julio le
aplicaron un sedante que le causó la muerte.
En relación con lo anterior, hay algunos estudiosos
del tema que especulan que Amado Carrillo
está vivo y logró engañar a la DEA con el
cadáver de un primo suyo al que se le extrajeron
pruebas de ADN. El doctor encargado de la
operación, Wilfredo Barrios Chávez, fue asesinado
unos días más tarde.
El siglo XX como los anteriores esta lleno de
ejemplos de corrupción y contrabando, ingredientes
que se fueron combinando para generar
un ambiente que favoreció la aparición y posterior
consolidación del narcotráfico en las últimas
décadas del siglo pasado, tanto más cuanto
que ya formaban parte de la cultura existente en
muchos burócratas y, por supuesto, de la de
quienes decidieron unirse a la delincuencia, que
sabían que la corrupción oficial era no solamente
una garantía de éxito en sus trabajos ilícitos,
sino también como una seguridad, o al menos
una alta probabilidad de llevar a cabo sus actos
delincuenciales de manera impune.
De ahí se originaron o se hicieron más comunes
algunas expresiones que denotan cierta
profundidad en la cultura popular de la corrupción:
“El que no transa no avanza”; “Señor, no te
pido que me des, sino que me pongas donde
hay”; “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el
error”; “En este mundo os dejo, para que los
más chingones viváis de los más pendejos”; “No
tiene la culpa el indio sino quien lo hace compadre”;
”Ladrón que roba a ladrón tiene cien años
de perdón”; etc.
La subcultura del contrabando y de otras
prácticas de poco o nulo respeto por la ley se
traducen en actitudes de menosprecio por el
estado de derecho, lo que ha continuado sin
interrupción desde la colonia, que en siglo XX
se expresó por la concurrencia al mercado de
productos electrónicos, alimenticios, venta de
drogas a relativamente baja escala, de armas,
de productos piratas y todavía, en lo que va del
siglo XXI de esos mismos productos, vino a reforzar
una corrupción que llevaba aparejada la
lacra de la poca o nula transparencia oficial y de
la negación del rendimiento de cuentas que
pretendía disimularse año con año con un informe
presidencial, que en ese tiempo era avalado
prácticamente en automático y sin críticas por
un Poder Legislativo que operaba como un
apéndice más del poder Ejecutivo Federal, en
una ceremonia que parecía más propia de una
monarquía sexenal que de un régimen democrático.
Entre las décadas de los setenta y ochenta,
el popular barrio de Tepito se convirtió en el
clásico lugar en el que se podía comprar todo
tipo de contrabando, desde radios y calculadoras
hasta drogas y armas. Las drogas decomisadas
por la Dirección Federal de Seguridad,
en alguna medida iban a parar a ese barrio popular
para su venta clandestina; sin embargo,
un tiempo después fueron los grupos del crimen
organizado los que desplazaron a los federales
y organizaron sus propios sistemas de
distribución y venta.
Estas prácticas han continuado con altibajos
prácticamente hasta el día de hoy. De acuerdo
con Icela Lagunas en una nota publicada en El
Universal del 11 de noviembre del 2007, en Tepito
las drogas como la cocaína, mariguana y las
tachas duplicaron y triplicaron sus precios luego
de las expropiaciones del gobierno del Distrito
Federal en ese barrio.
Joel Ortega Cuevas, entonces secretario de
Seguridad Pública del DF, informó de una investigación
de campo llevada a cabo por policías
preventivos en el barrio bravo para conocer los
nuevos precios de las drogas y entre otros datos
se encontró que: un gramo de cocaína que se
vendía en 100 pesos ahora está en 200. Las tachas
pasaron de 100 a 200 pesos. La cocaína
“lavada” o de la mejor calidad que se vendía en
250 pesos ahora es distribuida en 500 y hasta
700 pesos la dosis; en tanto que el carrujo de
mariguana paso de 25 a 60 pesos.
De acuerdo con la nota referida, desde el 14
de febrero del 2007 en que se expropiaron los
predios de Tenoch 40 y Jesús Carranza, la Policía
Preventiva ha detenido a 72 personas por
diferentes ilícitos, principalmente distribución de
droga y robo.
Respecto al encarecimiento de las drogas en
el barrio, argumentó que se debía a que con dichas
expropiaciones se había desmantelado la
infraestructura de los principales distribuidores
al menudeo. Sin embargo, era un hecho que los
narcomenudistas continuaban con el negocio
pero ahora con precios mayores.
Las pesquisas en Tepito también tuvieron el
efecto de que los distribuidores de drogas se
75
refugiaron en otras partes del Distrito Federal,
principalmente en algunas colonias de Iztapalapa
y en zonas del área conurbada con en Estado
de México. (12)
Siglo XXI
Consecuencias de lo ocurrido en el siglo pasado
son, entre otras, las dificultades para combatir
la corrupción con más eficiencia, y que en
múltiples ocasiones, el solapamiento y el contubernio
con las bandas del crimen organizado y
particularmente con el narcotráfico, por el gran
volumen de recursos económicos que maneja,
le haya permitido generar una presencia relevante
en el tejido social, cuyas ramificaciones se
han encontrado en todos los estratos sociales y
en múltiples instancias de gobierno, que van
desde los cuerpos policíacos municipales y estatales,
hasta los federales; y desde los policías
comunes hasta los mandos medios y altos de
los cuerpos de seguridad pública.
Seguramente por ello el testimonio de Sandra
Ávila, luego de su aprehensión, en el reportaje
de Julio Sherer García, “La Reina del Pacífico”,
dice: “que si voltea a un lado ve el narco,
si voltea hacia el otro observa a las autoridades
y si mira al frente los ve juntos.” Y más adelante
señala que el corrido “Fiesta en la Sierra ” de
los Tucanes de Tijuana, fiesta en la que ella estuvo
presente, la letra estuvo muy apegada a lo
ocurrido en esa celebración. Una parte del corrido
relata:
“Los jefes de cada plaza ahí estaban reunidos,
no podían fallar al brother, era muy grande
el motivo. Festejaban su cumpleaños, en su
ranchito escondido había gente poderosa del
gobierno y fugitivos…” (13)
Es importante apuntar también que luego de
más de dos o tres décadas de contubernio entre
diversas autoridades y el crimen organizado,
especialmente con el narcotráfico, no tiene nada
de extraño que, ante el ataque frontal a la delincuencia
instaurada en el país, el narcotráfico
conteste con la diversificación de delitos, entre
ellos el homicidio practicado con la saña que
conlleva la tortura y la decapitación de seres humanos,
la venta de protección, la extorsión, el
secuestro, el robo de vehículos, etc. con una virulencia
que pocas veces se había visto en la
historia del crimen organizado en el país.
Tampoco es extraño que haya utilizado medios
de comunicación nunca empleados en los
años anteriores, como las llamadas narcomantas
y las decapitaciones a las que se suele acompañar
con mensajes para provocar el terror entre
los miembros de los cuerpos de seguridad pública
y de paso a la sociedad en general. Y que
ha resultado ser un elemento, no sólo noticioso,
sino de un amarillismo tal que magnifica esos
actos y hace perder la proporción entre la realidad
de la seguridad pública en el país como un
todo y la realidad de lo que representan los hechos
del crimen organizado y particularmente
del narcotráfico. De acuerdo con un estudio de
Fernando Escalante Gonzalvo, investigador y
catedrático de El Colegio de México:
“En ninguno de los textos hay cifras, salvo las
cuentas que han llevado los propios periódicos
sobre asesinatos vinculados al narcotráfico en
2007 y 2008, pero todos transmiten una sensación
de seguridad de quien ha visto los números
y los ha comparado con otros. Y si uno se remite
al término de comparación que proponen, es
posible conjeturar una cifra aproximada, aunque
no se mencione de modo explícito en los términos:
en Colombia … entre 1990 y 1993, la tasa
de homicidios se situaba entre 75 y 79 víctimas
por cada 100 mil habitantes de modo que –de
ser cierta la idea que maneja la prensa– la taza
mexicana debería ser de al menos 80 homicidios
por cada 100 mil habitantes. Si calculamos a
partir de la población del país eso equivaldría a
unos 82 mil homicidios sólo en 2005, unos 84
mil 2008” .
“El 17de marzo de 2009, una académica
mexicana (Denisse Dresser) insistía en la compa76
ración en los mismos términos de la prensa: ‘Durante
la administración de [el presidente] Fox, México
se convirtió en un país más violento que Colombia’.
(14) Lo cual es a todas luces absurdo.
De acuerdo con el estudio de referencia que se
publico en la revista Nexos, con datos del instituto
Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) los
homicidios en México se redijeron de 14 mil 520
en 1990 a 8 mil 507 en 2007.
También se presentan casos como el del diputado
Manuel Cloutier Carrillo que no parece
haberse enterado de los operativos recientes y
no tan recientes del Ejército en su tierra, Sinaloa,
o no ha tenido el tiempo para valorarlos y
ha llegado a afirmar que la guerra contra el
narco no ha llegado allí. Y recurre, sin dar datos
específicos, porque sólo tiene sospechas,
a hacer afirmaciones fuera de proporción. Sospechas
propias de la teoría de la conspiración,
cuyo eficaz sensacionalismo tuvo efectos positivos
para la campaña de López Obrador, y
que el señor diputado pretende emular, aunque
en su momento la famosa teoría fuera rechazada
por personajes notables de la vida
intelectual del país como José Woldenberg,
Gilberto Rincón Gallardo (de grata memoria),
Roger Bartra y otros que, en su momento, la
rechazaron en virtud de que su único fundamento
era la especulación sin una sola prueba
digna de tal nombre.
Si bien es cierto que en las cifras del crimen,
y del crimen cometido por los narcotraficantes
en particular, hay algún nivel de imprecisión o
margen de error, también lo es que, el rango que
hay entre las cifras del INEGI y lo que podría significar
las aseveraciones de algunos medios de
comunicación, comunicadores y políticos es tan
amplio y desproporcionado que permite establecer
que tales afirmaciones corresponden más
a prejuicios ideológicos y preferencias políticas
que a la realidad. Con esto no se pretende desconocer
o minimizar la realidad trágica ocasionada
por el narcotráfico, sino ubicar esa realidad
en sus justas dimensiones.
De acuerdo con datos del artículo, “Las tres
guerras, violencia y narcotráfico en México”, de
Eduardo Guerrero Gutiérrez, cerca de 90 % de
las ejecuciones por parte del narcotráfico, que
se registraron entre diciembre de 2006 y mayo
de 2009, ocurrieron en las ciudades de Durango,
Ciudad Juárez, Tijuana, Chilpancingo, Morelia,
Culiacán y Chihuahua, de estas siete ciudades
sólo dos están en el centro y en el sur del
país y las otras cinco en el norte. Los casos más
trágicos son los de Ciudad Juárez con 34 % de
las ejecuciones, Tijuana con 19 %, Culiacán con
15 % y Chihuahua con casi 10 %, que en conjunto
concentran 78 % de las ejecuciones, con
un rango que va de entre 417 en el estado de
Chihuahua sin contar a Ciudad Juárez a mil 610
en dicha Ciudad. (15)
Si bien es cierto que los datos para esas ciudades
y otras ocho en las que también se ha
padecido de manera significativa la violencia del
narcotráfico pero con una intensidad mucho
menor (con menos de cien ejecutados entre diciembre
de 2006 y mayo del 2009), también es
cierto que ninguna de ellas es representativa de
la inseguridad pública en todo el país, que se
ubica, con algunas variaciones más o menos recientes,
entre ocho y nueve ejecuciones por
cada cien mil habitantes, cuando en Colombia,
por sólo citar el caso más aludido en los medios,
en 2007 alcanzaba los 40 homicidios por cada
cien mil habitantes.
Los cárteles
Actualmente, y a pesar de los golpes dados a
las mafias de narcotraficantes por el gobierno
de Vicente Fox y sobre todo por el combate
frontal que ha iniciado Felipe Calderón, de acuerdo
con información de la PGR existen siete familias
que tienen o se disputan el control del narcotráfico
en el país:
Los Arellano Félix
Los Arellano Félix, encabezan el llamado cártel
de Tijuana, que tiene su asiento principal en la
frontera noroccidental, pero con presencia en el
sur y sureste del país. Todo indica que el iniciador
de esta banda fue Miguel Ángel Félix Gallardo,
quien manejaba el negocio desde Culiacán,
hasta que fue encarcelado por el asesinato del
agente de la DEA Enrique Camarena. Después
del encarcelamiento los Félix Gallardo dejan de
comercializar sólo drogas autóctonas (marihuana
y heroína), constituyendo una alianza estratégica
con los colombianos para introducir cocaína
a Estados Unidos.
El 16 de agosto de 2006 esta banda recibe
un golpe con el encarcelamiento de Francisco
Javier Arellano Félix. Sin embargo, el cártel continuaba
operando, de acuerdo con la información
de la PGR , desde la prisión de La Palma ,
Estado de México, con la ayuda de Manuel
Aguirre Galindo “el Caballo”.
El cártel del Golfo
El cártel del Golfo tiene influencia en 13 estados
del país, y se supone encabezado por Osiel
Cárdenas, quien fuera detenido en marzo de
2003, pero sigue dirigiendo su organización
desde el presidio. El cártel del Golfo es uno de
los más temidos porque cuenta con el grupo
paramilitar llamado los “zetas”, que actúan como
comando para llevar a cabo ajustes de cuentas
y también para controlar las zonas de influencia
del cártel en 13 estados de la República.
El Chapo Guzmán
La mafia controlada por Joaquín Guzmán Loera,
‘el Chapo’, quien se fugara de la prisión de
Puente Grande, Jalisco, en enero de 2001, opera
en la región del Pacífico norte y desde su fuga
ha ampliado su margen de acción hacia las zonas
centro y sur del país, y se le ha vinculado
con hechos como el asesinato del cardenal Juan
Jesús Posadas.
De acuerdo con Héctor Mauleón (16), la captura
de Alfredo Beltrán Leyva (alias el Mochomo),
hasta entonces aliado del cártel de El Chapo
Guzmán y del Mayo Zambada, también llamado
cártel de Sinaloa, provocó una ruptura de
este poderoso grupo, en razón de que “Existe la
versión de que el Chapo negoció la captura del
menor de los Beltrán a cambio de la liberación
de su hijo … a sólo tres meses de la caída del
Mochomo, El Chapito fue liberado”. A fines de
abril de 2008. Esto provocó a su vez el comienzo
del enfrentamiento “que a lo largo de 2008
dejó en la entidad (Sinaloa) un saldo de mil 156
ejecusiones”. Y la unión de la banda de Arturo
Beltrán Leyva con el Cártel del Golfo.
Finalmente Arturo Beltrán Leyva fue abatido
en su departamento de la torre Elbus del fraccionamiento
Altitude en Cuernavaca, Morelos el 16
de diciembre de 2009.
El Cártel de Juárez
Una de las mafias más poderosas es la representada
por la familia Carrillo Fuentes, grupo llamado
cártel de Juárez que se supone tiene influencia
en 21 estados de la república. Al parecer, su principal
antecedente se remonta a los años 80, entonces
encabezado por Ernesto Fonseca Carrillo;
sin embargo, alcanza su máximo éxito con
Amado Carrillo Fuentes, que se supone murió en
una operación de cirugía plástica para cambiarle
el rostro en la ciudad de México.
Con base en información oficial, la mafia de
Ciudad Juárez es la mayor organización criminal
de América Latina que, a la muerte de Amado
Carrillo quedó dirigida por un consejo en el que
supuestamente participan Vicente Carrillo, Rodolfo
Carrillo, Ismael “el Mayo” Zambada y Joaquín
Guzmán Loera “El Chapo”. De acuerdo con
Jorge Fernández Menéndez este ya es más que
un cártel, es una unión de grupos poderosos. Un
“holding” al que la información de Julio Sherer
indica pertenecía o todavía pertenece Sandra
Ávila, la llamada Reina del Pacífico.
El cártel del Milenio
El cártel del Milenio, o de los hermanos Valencia
es liderado por Armando Valencia Cornelio y tiene
sus principales centros de operación en Nuevo
León, Tamaulipas, Jalisco, Colima, Michoacán
y el Distrito Federal. Según informes de la Secretaría
de la Defensa Nacional la historia delictiva
de este personaje se inicia en 1990, año en que
proveía y distribuía drogas de los Arellano Félix y
de Cárdenas Guillén. En 1999 agentes federales
detuvieron a Gilberto Garza García “El Güero Gil”
quien fue el primero que aportó información sobre
el cártel del Milenio de los hermanos Valencia.
Después el colombiano detenido en México
Gino Brunetti confirmaría lo dicho por Garza
García ante la PGR.
Según información recabada por la PGR el
cártel de los Amezcua Contreras, José de Jesús
y Adán, conocidos como los reyes de las metanfetaminas,
actualmente en prisión, acusados
de importar efedrina desde Europa, India y Pakistán
que introducían ilegalmente (lo mismo que
Zhenli Ye Gon) a México y Estados Unidos. Esta
sustancia llegaba por vía marítima por Veracruz
y Manzanillo, Colima, de donde se trasladaba a
laboratorios que la procesaban en el propio Colima
y en Jalisco, y de allí la llevaban a Tijuana y
Baja California para hacerla llegar a territorio estadounidense.
A pesar de estar en prisión, la presencia creciente
en el mercado del “éxtasis” de los Amescua
Contreras continúa, y ello parece indicar
que los hermanos continúan al frente del negocio,
si bien pueden haberse sumado otros narcotraficantes
al creciente negocio de las drogas
sintéticas.
Los hermanos Parada
Desde la década de los setenta el cártel de los
hermanos Parada controla la región del istmo
de Oaxaca y han extendido sus redes a Veracruz,
Tabasco y Chiapas, y se considera que
son los mayores productores y traficantes de
marihuana en la zona y adicionalmente de cocaína.
El jefe del cártel es Pedro Díaz Parada,
que ha estado preso en dos ocasiones y en ambas
se ha fugado. A él se atribuye el homicidio
del juez Pedro Villafuerte Gallegos, quien lo condenó
a 33 años de prisión.
Zonas de influencia y bajas importantes
de los principales cárteles
Los enfrentamientos entre los cárteles de la droga
revelan que estos se disputan principalmente
los estados del norte de país y particularmente
los estados de Coahuila, Chihuahua, Durango,
Nuevo León y Sonora. En el centro y sur Michoacán,
Morelos y Guerrero, sin que se exceptúen
otros en los que la violencia ha sido menor
como Oaxaca, Veracruz y Zacatecas.
Un rasgo que parece común es que en los
enfrentamientos entre las diferentes bandas de
narcotraficantes es que todas ellas se enfrentan
contra el cártel de Sinaloa que es el único
que parece tener un carácter nacional, mientras
que los demás tienen influencia en diversas
regiones del país. Lo anterior no excluye al
Distrito Federal y la zona conurbada con el Estado
de México, en virtud de que en ella se encuentra
la mayor parte de los establecimientos
de narcomenudeo y de que concentra una
densidad de población equivalente a cerca del
25 % del total del país.
De acuerdo con el diario Milenio en febrero
de 2010 el número de ejecuciones llevadas a
cabo por el crimen organizado llegó a 799, que
son 105 menos en relación con los 904 de
enero, en Chihuahua y Ciudad Juárez, hubo
258 ejecuciones y en los ocho meses anteriores
se había registrado más de 300 casos
mensuales y concentra 32 % de los homicidios
causados por el narcotráfico y de estos 67%
se concentran en Ciudad Juárez donde el número
de este tipo de asesinatos alcanzó los
380 muertos en los primeros dos meses del
año. (17)
El segundo estado con más ejecuciones es
Sinaloa con 152 ejecutados, le sigue Guerrero
con 69, Michoacán con 35, once menos que
en enero. En Tamaulipas 34 en febrero que es
un número que genera particular interés y preocupación
en virtud de que en todo el 2009
fueron 31. De acuerdo con el citado medio de
comunicación los estados en los que se ha incrementado
la mayor presencia militar concentraron
84.5 % de los narco asesinatos: Chihuahua,
Sinaloa, Sonora, Durango, Guerrero y
Tamaulipas.
Entre enero y febrero del 2010 se han registrado
mil 703 ejecuciones, 904 en enero y 799
en febrero. Siempre de acuerdo con Milenio Diario,
en lo que va del sexenio se han registrado
18 mil 588 ejecuciones, lo que representa que
en los primeros dos meses del año un 9.2% del
total en sólo dos meses. (18)
En este caso la información puede interpretarse
en diversos sentidos, que en los últimos
meses la confrontación entre las bandas de narcotraficantes
el Ejército y la Policía Federal está
llegando a su clímax y que, en consecuencia,
tenderá a disminuir y, en el caso más pesimista,
que se está iniciando una etapa aún más sangrienta.
En ninguno de los dos supuestos estaríamos
llegando a los niveles de criminalidad
que todavía se observan en Colombia, en Centroamérica
y en Brasil.
Por otra parte no es posible pasar por alto
los datos que representan los fuertes golpes
que han sufrido las bandas del narcotráfico en
virtud de la lucha principalmente de las policías
federales el Ejército y la Marina Nacional. En los
últimos tres años:
• Laboratorios destruidos 227
• Decomisos en dólares 389 millones
• Armas largas 30, 500
• Armas cortas 24, 900
• Aeronaves 409
• Embarcaciones 310
• Vehículos 22, 900
• Toneladas de drogas diversas 5,000, que
incluyen 90 mil kilogramos de cocaína, 4.8
millones de kilogramos de de marihuana,
4,500 de metanfetaminas, y 18,000 de
pseudoefedrina
• Adicionalmente se han extraditado, casi
todos a los Estados Unidos, 286 narcotraficantes
• Se ha capturado a 89,500 personas vinculadas
al tráfico de drogas, que incluyen 47
financieros, 60 lugartenientes, 2,061 sicarios
y 600 funcionarios.
Para acercarnos a lo que esto significa, por
ejemplo en el caso de las armas decomisadas,
estas son más que las de los ejércitos juntos de
Honduras y El Salvador. (19)
A esto es importante agregar que entre el 80
y el 90 por ciento de las cerca de 18 mil 600 bajas
corresponden a las bandas de narcotraficantes
y la diferencia o sea menos del 20 por ciento,
a los diferentes cuerpos policíacos, el Ejército
Nacional y la Marina lo que números reales equivale
a más de 15 mil 500 bajas de parte de los
grupos de narcotraficantes, esto, en muy alta
medida se debe a que las bandas se confrontan
entre sí mismas y con las fuerzas de la seguridad
pública. Esta información le da validez a la afirmación
de quien pone los muertos en la proporción
que se señala y los detenidos que suman
cerca de 90 mil, está perdiendo la guerra.
La superioridad numérica y en organización
y la del tipo de armamentos, con toda la gama
de que disponen el Ejército y la Marina , las fuerzas
del orden público tienen además la ventaja
de que ellas se enfrentan a las mafias del narcotráfico,
pero éstas se enfrentan con aquellas
y entre sí.
La apreciación en contrario se debe, por una
parte, a lo escandaloso de los crímenes que han
venido cometiéndose principalmente en las ciudades
próximas a la frontera norte y, por otra, a
que los medios de comunicación suelen hablar
del número creciente de muertos pero sin hacer
la aclaración pertinente del bando al que pertenecían.
Por lo demás, el número tan importante
de detenidos, salvo algunas excepciones, casi
nunca es mencionado.
Continuará...